
Entre los indios
Entre los indios, de César Aira publicada por la editorial Mansalva en el año 2012. Si bien lo primero que nos surge...
Escrito entre 1838 y 1840, inédito hasta 1871, año en que Juan María Gutiérrez lo hace publicar en la Revista del Río de la Plata, después de haberlo encontrado entre los papeles del poeta mientras preparaba la edición de sus Obras completas, publicadas entre 1870 y 1874. En el siglo XX Ricardo Rojas realiza una reedición en la serie Orígenes de la novela argentina, texto definitivo (1926) al cuidado de Jorge Rhode, Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.
Curiosamente es un texto que no representaba para el autor más que un ejercicio o borrador que tal vez fuera incluido en alguna obra futura. Circuló en el ambiente intelectual como un manuscrito secreto, hoy la crítica coincide inánime en que se trata de su mejor obra. El convulsionado escenario político que decanta con el exilio a Uruguay del autor y la posible rareza de la obra que no encaja del todo en los proyectos políticos o literarios de Echeverría, hace que no se publique. Mucho tiempo más tarde, casi un siglo después la obra se posiciona dentro de la producción de Echeverría y es celebrado como el primer cuento de la literatura argentina. Haberlo erigido como un mojón de largada no agota sus lecturas que van más allá del valor histórico del texto.
El matadero es producto de una mentalidad romántica que ensaya una literatura propia, americana y política. Ha sido visto como un texto costumbrista adelantado a sus días, una crónica que recoge un testimonio lingüístico de una clase popular que refleja una identidad propia. Una identidad rural que se expande en la ciudad como una mancha negra. El matadero es el territorio rural pone en peligro a los habitantes de la ciudad. Como lo expresa el narrador, “aquella pequeña república por delegación del Restaurador” es una alegoría del rosismo. Un mundo primitivo en el que las reglas las imponen los matarifes, pialadores, descuartizadores o jueces de corral. La sangre, el barro, lo pringoso y todo lo “horriblemente feo” para Echeverría es lo anterior a la civilización, lo que hay que borrar de estas tierras.
El matadero expresa su proyecto político pero sin adquirir la forma de un ensayo y también se escurre de lo que el poeta pretende como la gran literatura. Esta rara pieza narrativa espera su momento y se cristaliza como uno de sus escritos políticos pero también como un texto romántico por excelencia alcanzando un lugar en toda América Latina.
Su formación romántica actúa como un prisma con el que descompone la realidad rioplatense. En el texto un joven educado y parte de una elite europeizada, representa la luz y las leyes se enfrenta a la oscuridad de un mundo de matarifes y criollos salvajes, torturadores y sanguinarios. Una sociedad grotesca que se burla de las instituciones y pertenece a un mundo no puede convivir otro de ideas sensibles, un “patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad”. De este encuentro irreconciliable nada más que violencia y tragedia puede resultar. Sus lenguas son incompatibles, sus valores opuestos: lo que para unos es indigno e insultante, para los otros es libertad y orgullo. El malentendido es exagerado al punto de que los victimarios no saben que matan y la victima muere por la humillación de un crimen que no se llega a perpetuar, ni siquiera estaba en los planes. Es que el matadero en si es una herida de muerte (piensa Echeverría), el proyecto de Rosas pisotea en el barro y la sangre las ideas que las simbolizan las palabras como mayo, libertad o democracia.
Esta obra problematiza los géneros, como un cuento costumbrista, ensayo narrativo, crónica o aguafuerte se adelanta al realismo y contiene muchos significados con los que inicia una tradición de violencia y política en la literatura argentina que llega hasta nuestros días. Interpela con su fuerza la búsqueda de una literatura nacional, el rol de la cultura europea, al intelectual y al escritor frente a la realidad que se le impone, al poder y a las instituciones que coartan la libertad del hombre, volviéndose un texto subversivo y fundamental para pensar nuestras letras.
En “El Matadero” está el origen de la prosa de ficción en la Argentina. Pero ese origen, podría decirse, es oscuro, desviado, casi clandestino. Escrito en 1838 el relato permaneció inédito hasta 1874 cuando Juan María Gutiérrez lo rescató entre los papeles póstumos de Echeverría (que había muerto en Montevideo, exiliado y en la miseria, en 1851). ¿Por qué no lo publicó Echeverría? Basta releerlo hoy para darse cuenta de que es muy superior a todo lo que Echeverría publicó en su vida (y superior a lo de todos sus contemporáneos, salvo Sarmiento). Habría que decir que Echeverría no lo publicó justamente porque era una ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura argentina tal como la concebían Echeverría y Sarmiento. «Las mentiras de la imaginación» de las que habla Sarmiento deben ser dejadas a un lado para que la prosa logre toda su eficacia y la ficción aparecía como antagónica con un uso político de la literatura.
Ricardo Piglia
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