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Entre los indios

Por Giuliano

2 diciembre 2023
Categorías: Libros | Novela | Reseña
Entre los indios, de César Aira publicada por la editorial Mansalva en el año 2012. Si bien lo primero que nos surge es incluirla en llamado, ciclo del desierto, hay menos elementos que comparte con las novelas, Ema, la cautivao La libre, que con las que podríamos pensar atravesadas por el eje del tiempo y […]

Entre los indios, de César Aira publicada por la editorial Mansalva en el año 2012.

Si bien lo primero que nos surge es incluirla en llamado, ciclo del desierto, hay menos elementos que comparte con las novelas, Ema, la cautivao La libre, que con las que podríamos pensar atravesadas por el eje del tiempo y sus ocupaciones: El mármol, Pinceladas musicales o Prins. Aunque es verdad que estas preocupaciones han estado presentes desde siempre en la obra de Aira; aún así, son más patentes en la última etapa.

El argumento

La novela narra la jornada posterior a una bacanal, que los indios mapuches, bajo el cacicazgo de Calfucurá, celebraron hasta el delirio. Las acciones que enmarcan la obra son dos apariciones del diablo o de un diablo menor. Se trata de Pillan un demonio que se impone la diversión de asustar a los indios, en un momento que a primera vista parece oportuno, pero los sucesivos fracasos le demuestran que no era la hora indicada. Pillan ensaya tres apariciones que se frustran en la plenitud de un banquete  fuertemente embebido en alcohol; aunque finalmente se les presenta, misterioso, encarnando una llamita en forma de homúnculo, que extiende su mano con la palma hacia arriba. Una especie de mendigo espectral e ingrávido. 

El episodio genera más preocupación que terror y al día siguiente es el motivo por el cual se reúnen los machis (brujos) de la tribu, una especie de consejo compuesto de ancianos y las nuevas generaciones que aspiran a dicha institución. 

Calfucurá, ni bien se despierta, aguijoneado por su vejiga, entre los vapores de la resaca y antes de poder despejar su cerebro de las imágenes de la noche, es requerido para festejar el conciliábulo, en el que se tratará lo de la llamita mendiga. Las formas de la reunión pasan por fórmulas de una retórica vacía, en la que la velocidad y la aceleración parecen ser las ideas que organizan el discurso. La lengua es un recurso que aspira más a la ironía que a la comunicación; y las posibilidades de ser usada son más bien excepcionales, ya que son devotos del silencio y la contemplación. La palabra es siempre un mal entendido. Las dificultades que presenta la lengua de esta miserable tribu, apenas permite que el cacique entienda lo que inexplicablemente no presenció la noche anterior o simplemente no recuerda.

Una vez comprendida la narración de lo que la amnesia alcohólica borró, Calfucurá logra una imagen mental del fenómeno e inmediatamente lo minimizada desde el sentido común que se impone: en medio de una orgía de borrachos es posible una  alucinación colectiva, una identificación de masas- Pero en el fondo su negación busca ocultar lo inocultable, el huevo de la serpiente que puede destruir su proyecto. El flamígero mendigo implanta la idea del valor, de la propiedad o el materialismo, en un pueblo que resiste a las trampas de la civilización, más aún, de la cultura, en todas sus formas.

Qué quiere ese mínimo espectro, no es lo que importa, sino que el gesto sea interpretado por los indios como el indicador de una propiedad, que es solicitada por alguien y que deben  defender. La sola idea de ingresar en el espiral diabólico de la civilización desespera a Calfucurá,  que tiene que abandonar la pesada carga de su responsabilidad para refugiarse en el minimalismo exuberante de la naturaleza.

 Su ánimo quebrado le juega un mala pasada cuando ve que los niños de la indiada manipulan unos objetos que desconoce y por un breve fragmento de tiempo teme lo peor: que hayan creado algunas artesanías, luego la industria,  el comercio, los objetos, el consumo. Todo lo que abomina lo acorrala hasta que comprende que son las cabezas de unas becerras que hasta la noche anterior pastaban entre los indios; se trata de los restos del atolondrado banquete. La oscuridad y la borrachera nublaron todas las conciencias, al punto de hacerlos sacrificar una especie de ganado exótico y mutante, con tintes de sagrado, que sus indios habían adoptado y atesoraban. El dolor por su pérdida fue más un alivio, ya que eran también una especie de inicio de una colección o de una propiedad que los sometía a ciertos cuidados que no resultaban utilitarios, como los que requieren sus amados caballos. Este raro ganado se podría tratar del origen del valor simbólico de un bien escaso a la vez que inútil, que alimentara cierta ambición de prestigio.

Libre de esta preocupación continua su fuga rumbo a las orillas de un arroyo donde pueda dormir la mona. Ya cuando es parte del arrullo de la naturaleza, el canto de una ave misteriosa anuncia una nueva aparición de Pillan. El diablo, más ridículo que intimidante lo perturba con planteos innecesarios, solo propios de una demonio molesto y resentido, que le regala una historia para hablar de su condición, de sus trabajos y de su relación con el mundo y los hombres.

La orgía indígena

Decía antes, que ciertos puntos analizados y propuestos en obras del ciclo del desierto, no se continúan o presentan de la misma manera en esta obra. Por empezar este lado de la frontera vuelve a ser el espacio de la barbarie, pero de una barbarie militada como una resistencia frente a las “trampas de la cultura”. No hay una etiqueta sofisticada ni un orientalismo nostálgico en la que se dejan fluir los habitantes del desierto, sino más bien la búsqueda de prescindir de todo, nada es atesorado, nada que amenace el equilibrio salvaje es aceptado por el conductor de este pueblo, que prefiere, por ejemplo, emborracharse con un destilado inmundo a los finos licores de los que tiene noticias. En este marco se parodian algunos de los temas más recurrentes en la gauchesca y en la larga tradición de la literatura argentina. 

En un libro de Carlos Gamerro, Facundo o Martín Fierro Los libros que inventaron la Argentina, hay un apartado que se llama, “La orgía indígena de Echeverría a Saer”,  que nos puede servir para pensar parte de esta novela. Hay, señala Gamerro, una especie de estructura creada por Esteban Echeverría que ha servido para contar el malón: La preparación -del ataque o la defensa-, el malón, la vuelta del malón, el festín orgiástico y  el contra malón blanco. Del festín orgiástico es del que se ocupa en su parodia Aira. Como plantea Gamerro: 

Echeverría no sólo fija las cinco etapas sino también las escenas de cada una. Así, a la matanza de las reses sigue el festín carnívoro; al festín, la borrachera; a la borrachera, la riña o el acoplamiento desmedido, orden que luego se repetirá sin grandes modificaciones en los gauchescos. (Gamerro, 2016, p. 116)

Esta estructura se ve alterada o difuminada en la orgía aireana, la falta de alimento, el olvido de la matanza de las reses, altera todo, alejándose de lo que Gamerro llama: 

la realización de la fantasía blanca, y su imágen del indio vaciado, un negativo de la imágen que el criollo quería tener de sí mismo, un monstruo armado con los pedazos amputados de la vida corporal, emocional y psíquica de aquellos señores victorianos. (Gamerro, 2016, p. 112 )

Pero a lo que no renuncia Aira para sus fines paródicos es la la imagen que plantea el grado cero de la barbárie, el vampirísmo indígena; confirmando que no se puede ser más salvaje que eso,

Entre los indios reinaba la convicción de que la sangre  de yegua era un excelente tónico, y no se privaban de beber cuanto podían. Para ellos, era todo ver una yegua y correr a cortarle una vena y aplicar la boca como un ternero a la ubre de la vaca. (Aira, 2012, p. 25)

Por último, en la orgía del realismo aireano, los indios carecen de todo protocolo y no hay más que ocupar el tiempo, cada tanto bolear ñandúes o robar lo que necesitan para sobrevivir. No hay ningún ritual orgiástico o imagen arquetípica en medio de una catástrofe.  Finalizadas las guerras, el tiempo es su peor enemigo, la paz los amenaza con el vacío y los banquetes. Las borracheras nocturnas y las mañanas de resaca, podrían ser un burdo procedimiento para llenarlo.

El Diablo, Dios y la superstición en la gauchesca

En la gauchesca no hay lugar para la superstición ni para el sexo, concluye Gamerro; lo único sobrenatural le está concedido al encuentro con el Diablo como en, El Santos Vega de Ascasubi o en el Fausto criollo de Estanislao del Campo. Este episodio pertenece más a las supersticiones cristianas que a las gauchas. En este sentido Aira continúa con esta tradición, salvo por la mención de ciertas creencias que Pillan cuenta, sobre sus nombres y apariciones, más para burlarse de los pactos de incredulidad desmedidos que tiene que hacer el que las escucha, que por saldar esta deuda histórica del realismo.

Lo que puede resultar interesante a partir del ejercicio de Aira es preguntarnos por qué el Diablo ya no asusta, ni a niños, ni a indios y mucho menos a Calfucurá que está blindado por su nihilismo exacerbado y la estrategia de pretender no entender ni el todo ni la nada, tan solo para que lo dejen en paz. Hoy lo que resulta más espantable, parece decirnos, es la forma en que ocupamos el tiempo, el el ritmo acelerado o la atomización que rompe su linealidad imposibilitando la narración, el trabajo, la falta de metas y el sinsentido que nos enfrenta a una muerte a destiempo. Por otra parte el comercio, la guerra y las degollinas, le han disputado el efecto aterrador al Diablo.

El Diablo mete la cola

En el último ensayo de, La ola que lee, “3 ensayos de oposición”, Aira reflexiona sobre algunas cuestiones de la oposición, en un apartado llamado, ‘El Diablo, Dios’. Ahí se pregunta cómo es posible que el Diablo se tome el trabajo artesanal de conquistar alma por alma y además para qué quiere el alma de los hombres el Diablo. Salteando las respuestas más pobres (la competencia con Dios) plantea que el Diablo se quiere apoderar, a través del alma de los hombres, de todas la vida que se acumuló en ese hombre, toda la belleza y riqueza del mundo que absorbió a lo largo de su existencia. No tiene otro modo de apoderarse de lo que vale la pena en el mundo (Aira:327, 2012). En estos razonamiento sigue y concluye que el Diablo ofrece dinero en sus pactos para enriquecer pobres, que luego, le acercarán historias  que transporten la riqueza del mundo,  

Lo cual nos lleva a recordar que la compra del alma, el contrato, etc. Es un hecho literario, interno a la literatura. No sucede en la realidad. Es un tema de Fábula. El escritor es Dios y el Diablo en una persona, para poder ser el tercero, el Fausto que se propone como receptáculo del mundo. La literatura en su conjunto, como actividad y como acumulación de libros a lo largo de toda la historia de la humanidad, sería algo así como el esfuerzo provisorio por registrar la riqueza de la que hará su botín el diablo. (Aira, 2012, p. 2012)

¿Pero qué es lo que se propone Pillan con su gesto de mendigo o con esa última narración que le regala a Calfucurá, en donde se convence que siempre ha buscado equivocadamente un efecto, cuando debería haber buscado una causa? Ese efecto es lo que nos cuenta la fábula, lo que podríamos pensar como el grado cero de la cultura o de la literatura. El origen, la causa de todo lo que tanto desprecia a la vez que desconoce Calfucurá.

El tiempo y su ocupación

 En el ensayo, “Raymond Roussel. La clave unificada”, nos dice Aira que explicar el método del Roussel es aportar al mal entendido. Cada quien entiende que lo que él ha entendido bien, el otro lo ha hecho mal. Es, Roussel, un autor de lectores únicos rodeados por el abismo del error. De todas formas él se abre camino con la pregunta sobre ¿cuál es la clave que unifica la obra de Roussel, más allá del uso del procedimiento o no? Aira le encuentra una respuesta que bien le podría servir a Calfucurá: la clave es la ocupación del tiempo. Roussel, dice Aira, escribió para llenar el vacío del tiempo y para esto debió inventar dispositivos de escritura, marcos, procedimientos, formatos, que lo ayudarán a llenar la mayor cantidad posible de tiempo. La idea que persigue Roussel, después Duchamp y podríamos agregar Aira, es la de crear una maquinaria que ocupe el tiempo sin imponer objetivos ni sentidos. Calfucurá, debe crear ese procedimiento para que su pueblo no recaiga en la guerra o las tentaciones del diablo.

Pura literatura

La busca programática de la obra de César Aira, inspirada en aquellos maestros que ha tenido, Osvaldo Lamborghini, el Conde de Lautréamont o Raymond Roussel, como lo expresa, en el ensayo sobre este último, siempre ha ido en esta irrenunciable dirección,

La literatura está hecha de elementos extraliterarios. ¿Qué sucedería si le sacamos todo lo que en ella es información, comunicación, ideología, autobiografía, opinión…? ¿Si lograramos el puro mecanismo de lo que hace literaria la literatura? (…) En su concentración por encontrar formatos que le dieran una plena ocupación del tiempo, Roussel hizo a un lado todos esos elementos, y dejó la literatura desnuda. (Aira, 2017 p. 88)

Algunas conclusiones

Ahora bien, podríamos pensar que lo que nos revela el hallazgo de la clave unificada de la obra de Roussel(tradición en la que Aira se inscribe) tiene que ver con el tiempo del autor y sus formas de llenarlo, pero qué hay de los lectores. En este sentido, podemos pensar que estas obras que surgen de la pluma de Aira son esos extraños objetos, como las becerras de los mapuches o como las caprichosas deposiciones de la lagartija-mascota del niño Calfucurá, una suerte de Ready-made de la naturaleza literaria; producto de algunos procedimientos que más confusión generan cuanto más intentamos explicar; y entonces, más que ocuparnos el tiempo -como se proponen las novelas-, ocupan nuestra inteligencia (Aira: 211, 2021), de allí su brevedad, y su eficacia a juzgar por los ríos de tinta derramados por la crítica, el odio y amor de sus lectores.

 

Bibliografía

  • Aira, Cesar. Entre los indios. Mansalva Editorial. Buenos Aires, 2012.
  • Aira, César. Evasión y otros ensayos. Penguin Random House Grupo Editorial.  Buenos Aires, 2017.
  • Aira, César. La ola que lee. Penguin Random House Grupo Editorial. Buenos Aires, 2021.
  • Gamerro, Carlos. Facundo o Martín Fierro Los libros que inventaron la Argentina. Sudamericana. Buenos Aires, 2015.

Giuliano

Profesor de literatura. Diseño y coordinación de los contenidos de la web.

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