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Felisberto Hernádez

Felisberto Hernández

Un nombre

Una serie de malos entendidos entre el padre y el escribiente del registro civil de las personas dan por resultado una confusión en torno al nombre de Felisberto: Feliciano, Felisberto, Feliciano Felix Verto… una forma no menos particular de comenzar su existencia no merecía; aunque estos errores no le trajeron pocos inconvenientes en su vida civil al escritor que hoy conocemos como Felisberto Hernández.

Nació en Atahualpa (Montevideo), el 20 de octubre de 1902. Su padre Prudencio Hernández González, de origen canario, era constructor, y se había casado con Juana Hortensia Silva, en 1900.

Tres personas pueblan predominantemente su vida infantil: la madre, la abuela y la figura de la maestra que irá cambiando a lo largo de su formación. La abuela ha sido evocada en varias de sus historias, como sus maestras o maestro de piano. Hacia 1907, fue a vivir con su familia  a la casa de sus abuelos paternos, en el Cerro y allí comenzó a ir a la escuela.

A los nueve años empezó a estudiar piano, eso ocurre por el 1911, cuando comienza sus estudios de piano con Cecilia Moullie, la Celina de El Caballo perdido. A los doce ingresó a la escuela Artigas, de tercer grado. Allí el encuentro con su maestro José Pedro Bellan, influyó mucho sobre su vida artística. Con él mantuvo después una relación de la que recordará con afecto entrañable.

 

La música

Si bien intenta iniciar sus estudios universitarios se vuelca por completo a la música. Su maestro será un ciego que en su recuerdos aparece como El Nene; es él quien le revela el verdadero placer de la música. De su mano, como relata en uno de sus cuentos, accede a la música como algo realmente serio, un lujo que parecía corresponderle solo a las personas inteligentes:

Una noche, invitados por las tías —las longevas— fuimos a la casa de El nene y lo sentimos tocar el piano. Para mí fue una impresión extraordinaria. Por él tuve la iniciación en la música clásica. Tocaba una sonata de Mozart. Sentí por primera vez lo serio de la música. Y el placer —tal vez con bastante vanidad de mi parte — de pensar que me vinculaba con algo de valor legítimo. Además sentía el orgullo de estar en una cosa de la vida que era de estética superior: sería un lujo Para mí entender y estar en aquello que sólo correspondía a personas inteligentes.

Pronto comenzó a tocar acompañando las proyecciones de las películas mudas. Si bien estudiaba música desde los nueve años la idea de convertirse en un concertista estaba lejos. Se comienza a ganar la vida como músico pero siempre lo amenaza una miseria vergonzosa que a duras penas mantiene a raya, como lo expresa en algún texto. También daba clases en el “Conservatorio Hernández” mientras continuaba estudiando con su maestro Clemente Colling, quien le enseñó armonía y composición.

A Clemente Colling, lo conoce por el año 1920. El camino de iniciación que había comenzado con Cecilia Moulle, continuado con el Nene, se prolonga con el músico ciego, Clemente Colling, que conoce por el año 1920 y el mundo de impresiones y recuerdos que le deja este maestro es lo  que plasma en su libro, Por los tiempos de Clemente Colling.

Felisberto continua con su carrea de músico ganándose la vida, tocando en cines y cafés. Inicia un noviazgo con María Isabel Guerra y en el año 1925 se casan y se instalan en Montevideo.

 

La literatura

Felisberto inició sus actividades literarias en 1925, el mismo año en el que se casó con María Isabel Guerra a quien le dedica, Fulano de tal, su primer libro que integra la saga Libro sin tapas. Se puede señalar que si bien su obra se nutre de múltiples referencias autobiográficas, no todas sus personas queridas aparecen en los relatos. En sus obras no aparece ni la imagen de su madre, ni la de su hermano, ni la de sus hijas, y tampoco ninguna de las otras mujeres con quienes estuvo casado o mantuvo estrechas relaciones.

Sus primeros conciertos, Mercedes 1926, y Montevideo1927 son material que rescatará de su memoria para sus relatos, la ironía y el tono burlón de su literatura se nutren de los padecimientos y las angustias de estas primeras incursiones; aunque en la evocación de estos recuerdos predomina el buen humor. Mientras Felisberto estaba en Mercedes nace su primera hija, Mabel, que el músico conocerá cuatro meses más tarde. Durante los siguientes años comienza a deteriorarse su vínculo ya que debe mantenerse en las en giras por el interior del país y el alejamiento y las dificultades económicas no ayudan a la relación. En 1929 publica una serie de relatos que bajo la denominación de Libro sin tapas de 1931: “La envenenada” uno de ellos, como se dijo más arriba, estaba dedicado a María Isabel aunque su separación es inevitable. Continúan sus giras por Buenos Aires y el resto de la Argentina, su divorcio finalmente se concreta en 1935.

 

Narrador oral

Siempre sintió que parte de su relación con la palabra tenía que ver con su despliegue como narrador oral de anécdotas, historias improvisadas y más tarde sus propios cuentos. Suele llamar a estos espectáculos, “concierto-charla” y poco a poco se va convirtiendo también en un conferencista. El tema de sus conferencias alcanza a diversas áreas sociales como la psicología y la psiquiatría. Esta nueva actividad continúa y culmina en un futuro en el que se vuelve un contador de cuentos. Muchas anécdotas y recuerdos que aparecen en sus relatos fueron previamente probados y perfeccionados en estos relatos orales frente a públicos diversos

 

La decisión de escribir

Hacia 1940 ya está madura la decisión de dedicarse completamente a su actividad literaria. Se entrega a lo que considera que es la tarea más esencial que un hombre puede realizare: escribir. Trabaja largamente sobre su libro, Los tiempo de Clemente Colling y lo termina en 1942. Es ahora cuando se encuentra con su mentor literario, el poeta Jules Supervielle, que será de vital importancia para Felisberto en esta nueva etapa ya que su escritura experimenta algunos cambios y el encuentro con su estilo abre paso a su segundo libro, Las tierras de la memoria, obra que permanecerá e inédita hasta su póstuma publicación en 1966. Pierde el interés de publicar esta obra; es que solo es un puente hacia la experiencia de escritura que estalla en El caballo perdido. Pasó de la metonimia a la metáfora.

 

 

El viaje a francia 

Finalmente se concreta el viaje a Europa pero Felisberto está muy apegado a su lugar. El escritor no dejó nunca de escribirles a su familia y amigos durante su viaje. Tanto Supervielle como Susana Soca se ocuparon de vincularlo con escritores y hacer conocer su obra. Su vida en París lo retrotrae a sus días de falta de trabajo y sus apuros económicos lo obligan a tocar música en bares y cafés para mantenerse. Sus anécdotas son nuevamente chaplinescas y por momentos parecen empañar el ánimo del escritor aunque sigue produciendo y el reencuentro con su mentor lo llena de entusiasmo. La libertad de la París que conoce lo llena de imágenes que atesora con su mirada pueblerina. Se producen unos encuentros con el poeta Argentino Oliverio Girondo y con su esposa pero parece no haber advertido nunca con quien estaba tratando, al menos no registra la actividad literaria del poeta y se refiere a Oliverio, por ejemplo, de este modo,  en una carta a su familia de agosto de 1947: “El que me vino también y me invita a menudo es el Girondo, el millonario Argentino que me hizo imprimir el libro. Refiriéndose a la publicación de Nadie encendía las lámparas.

Su obra sigue creciendo y es allí donde escribe relatos como “Las Hortensias” o “El cocodrilo” al que José pedro Díaz no duda en calificar “su mejor cuento”. Supervielle lo alienta y encuentra que su obra se revitaliza y toma más fuerzas que nunca.

Un nuevo divorcio lo acecha y la llegada de María Luisa  las Heras que conoce en París inaugura una nueva etapa. Con ella que se casará en Montevideo el 14 de febrero de 1949 y más adelante nos ocuparemos de esto.

Supervielle lo presenta en la Sorbona y allí lee textos que son elogiados extensamente. Pero se acerca el final de su estadía en Francia. Se encuentra deseoso de volver, de reencontrarse con sus seres queridos y el 20 de mayo de 1948 emprende el regreso.

 

Lo más curioso es la libertd y el respeto; pero la libertad les llamaría mucho la atención. Aquí en el barrio latino –de estudiantes— las parejas se besan por la calle; y a veces ni se paran y se besan en el Metro —tren subterráneo— lo mismo; o ves al lado tuyo las parejas acariciarse y besarse como si tal cosa; nadie mira —únicamente yo— y por suerte no me miran cuando yo los miro a ellos.

Felisberto Harnández, carta a su familia.

 

De vuelta al río de la Plata

Felisberto trabaja lentamente en sus relatos, se presenta a recitarles de lecturas que disfruta mucho y la crítica lo recibe con juicios laudatorios. Durante los años 50 la figura de Felisberto tiene cierta presencia en Montevideo, sus encuentros con Onetti o Ángel Rama son frecuentes. En las tertulias Felisberto hacía las lecturas de sus cuentos o relatos como “La casa inundada”, texto en el que trabajó más de diez años y que apareció publicado recién en 1960 junto a “El cocodrilo”, este último mencionados por muchos como su mejor cuento.

 

El final

Quedan muchos proyectos que no pudo completar. A finales de 1960 llega una enfermedad que materializa aquellas pesadillas en las que ve su cadáver siendo observado por su familia y amigos mientras la vida sigue. El poeta murió poco después, el 13 de enero de 1964. Su funeral y la figura de Felisberto es evocada por Ángel Rama en un entrañable texto, “Burlón poeta de la materia”, donde indicá también el lugar, que Felisberto ocuparía desde entonces en nuestras letras.

 

 

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