Seleccionar página

La invención de Morel

Por Giuliano

4 septiembre 2020
Los narradores, el fugitivo y el editor del diario, operan como mediadores que involucran y hacen participe de la acción al lector para que complete la obra con su lectura. La novela es un diario a modo de informe de las aventuras que vive un prófugo de la justicia en una isla que elige para […]

Los narradores, el fugitivo y el editor del diario, operan como mediadores que involucran y hacen participe de la acción al lector para que complete la obra con su lectura.

La novela es un diario a modo de informe de las aventuras que vive un prófugo de la justicia en una isla que elige para refugiarse. Al lector le llega este informe de la mano de un editor que se permite disentir, corregir y señalar la información que aparece narrada a lo largo del diario. La obra es editada en el año que Borges publica Tlön, Uqbar, Orbis Tertius un cuento en el que se emplea un artificio similar que exige un lector que se construye en función de estas ficciones. El cuento de Borges presenta un juego de espejos que generan realidades que se interpenetran modificándose mutuamente. Hay un artículo de cierto volumen de La Enciclopedia Británica  sobre un país que pertenece a otra mundo llamado Tlön; más tarde será un volumen de una enciclopedia sobre ese mundo que ha sido imaginado por una sociedad secreta. Bioy Casares y Borges son los lectores de esta invención simbólica y ofician como lo hace el editor en la Invención de Morel construyendo un artificio de verosimilitud para el lector que asiste a esa creación de un texto dentro de otro texto como lo marca Harold Bloom:

“Borges tiene la habilidad de emplear personas y lugares reales (…). Uno le concede la misma realidad natural al ficticio Herbert Ashe que al real Bioy Casares, mientras que Uqbar y Tlön aunque fantasmagorías, resultan poco más maravillosas que la biblioteca.”(Bloom, 2007: 69)

 

 

Tanto en la ficción de Borges como en la de Bioy Casares el lector obtiene una visión sesgada del mundo y con su lectura puede volver ficción la realidad, todo puede ser un texto fantástico ya sea la Enciclopedia Británica o la filosofía universal como lo expresa Ricardo Piglia:” Borges inventa al lector como héroe a partir  del espacio que se abre entre la letra y la vida”(Piglia, 2005:26), este lector en La invención de Morel es el editor que lee el diario de un alucinado suicida y lo acerca a los lectores que en un tercer movimiento son alcanzados por la obra literaria. La ficción no depende solo de quien la construye sino también de quien la lee. El fugitivo se refiere al lector en su trabajo de escritura a lo largo de todo el informe. El editor realiza un contrapunto dialogando con el texto por ejemplo cuando el fugitivo casi al final declara que ya no quedan puntos inexplicables en su diario, que le ha brindado los elementos al lector para comprender todo, éste interviene:

Queda lo más increíble: la coincidencia, en un mismo espacio, de un objeto y su imagen total. Este hecho sugiere la posibilidad de que el mundo esté construido, exclusivamente por sensaciones. (N. del E.) (Bioy Casares, 1995:148)

Una prueba más de que quien lee debe completar y terminar de construir el texto a través de su mediación. El narrador fugitivo se desdobla como lector de los papeles de Morel, a su vez hay otro narrador que edita el informe y finalmente el lector de la novela, es atrapado por este laberinto en el que termina siendo interpelado por una realidad que ha sido alterada por la invención de Morel como lo ha sido en el cuento de Borges por la enciclopedia de Tlön; la realidad termina cediendo y el artilugio del narrador que vuelve verosímil el relato también cede. En ambos textos el que debe resolver la obra es el último lector, en Borges: “Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön.”(Borges, 1989: 443)  Y en La invención de Morel:

El hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré un suplica. Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso. (Bioy Casares, 1995: 155)

Alguien, el lector virtual, puede intervenir en la realidad fantasmal que ha desatado la máquina de Morel. Un mundo creado por la lectura que  inserta lo fantástico en lo real por acción del lector: “Hay cierta inversión del bovarismo (…); no se lee la ficción como más real, se lee lo real perturbado y contaminado por la ficción” (Piglia, 2005:29). El lector acude a la súplica del Fugitivo, construyendo una maquina en la que se proyecta una nueva realidad que comunica todas las imágenes. Como señalan los autores Emilio Bejil y María L. Getz:

Cada narrador de La invención de Morel tiene, como ya hemos dicho, su lector. Se debe añadir también que al final de la novela, el destinatario del discurso del fugitivo es un lector único, al que el fugitivo le ruega que participe activamente en el universo ficticio de la novela, le pide que le permita entrar en la conciencia de Faustine, que integre esos dos universos (…). Los lectores son imprescindibles para los narradores, pues solo de esta manera se hace posible el discurso (Bejil, Getz, 1980:10)

 

El lector en esta obra tiene la tarea de articular el mundo imaginario con el real: “La lectura construye un espacio entre lo imaginario y lo real, desarma la clásica oposición binaria entre ilusión y realidad. No hay a la vez, nada, más real ni nada más ilusorio que el acto de leer” (Piglia, 2005:30). Se activa un logaritmo Borgeano que opera como dinámica de escritura y lectura, participación/lectura, que inquieta al lector y lo perturba; es esa duplicación la que vuelve abominable los espejos, la cópula y la máquina de Morel reproduciendo cíclicamente una realidad impenetrable para el fugitivo  que lo enferma llevándolo a un final trágico que solo puede salvar el lector de sus memorias.

La acción de la obra aparece mediada por narradores y lectores múltiples que interpelan al lector a involucrarse participando en el ciclo infinito que provoca ese artificio. Los discursos se complementan para entrampar al lector en una realidad que subvierte la suya propia, por medio de esta operación de escritura/lectura que asegún lo dicho por Borges en el prólogo, sin temor a equivocarse, resulta perfecta. Esta perfección está dada por el movimiento circular de una colección de textos y de lectores:

(…) es la invención de la literatura totalizante y perfecta: que incluye una acción narrada por alguien que es a la vez lector de una narración que sostiene la suya propia, realizando una ecuación  parte/todo y un giro completo en la circularidad de la significación. (Bejil, Getz, 1980: 13).

 Es así   como quien lea La invención de Morel debe cruzar los mundos del sueño y la vigilia, lo fantástico y lo real para construir una  máquina de lectura que supere a la invención de Morel.

Bibliografía:
  • Bejil Emilio, Getz María, ( “La ‘perfección’ de la Invención de Morel de Bioy Casares” en Revista Chilena de Literatura Nº15, 1980, pp. 5-13
  • Bloom Harol, (2007) Cómo y por qué leer, Buenos Aires, Norma
  • Borges Jorge L. (1989) Obras Completas 1923-1949, Buenos aires, Emecé Editores
  • Casares Bioy, A. (1995) La invención de Morel , Barcelona, Emecé Editores
  • Piglia Ricardo (2005) El último lector, Buenos Aires, Anagrama

 

 

Giuliano

Profesor de literatura. Diseño y coordinación de los contenidos de la web.

Publicaciones recientes

Categorías

Archivos

Albertina Carri, la construcción del archivo
Los Rubios, Albertina Carri

Libros ojeados

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pin It on Pinterest

Share This

Compartir

Compartí ésta publicación con tus amigos