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Rubén Darío, el apóstol del Modernismo

Por Giuliano

10 septiembre 2021
La obra de Rubén Darío tiene un ritmo que acompaña al protagonista de una vida llena de peripecias. Es un vendaval erótico que fue sublimado en artísticas imaginaciones. Sus cargos diplomáticos le propiciaron experiencias a su espíritu bohemio y maravilloso. Así, una experiencia vulgar podía transformarse luego en una ensoñación versallesca, con sedas y labios rojos como cerezas. Este frenesí se acompañó también de una faceta desagradable. Los miedos de ultratumba y el sentimiento de culpa acecharon. Hay dolor, pasión, amor, angustia en las palabras del maestro americano; todo ello expresado en una carroza polícroma, ¡un admirable arte diamantino! Obra y hombre se explican mutuamente.

En sus primeros pasos el autor se identifica  con los románticos, tiñendo sus versos de notas liberales y progresistas. En el sur alcanza el renombre y la atención internacional. En junio de 1886 estaba en Chile, después de una breve estancia en San Salvador. Los tres años que Rubén Darío residió en aquel país (1886-1889) fueron de lo más provechosos y fecundos. Allí aparece el libro al que se le daría la categoría de iniciador de una de las corrientes de las letras hispanoamericanas que ha tenido más extensa y fructífera expresión.  Hasta este momento la producción poética de Darío había sido un proceso de formación pero Azul significa un paso más. Un paso definitivo en la estética del nicaragüense, con este volumen inicia una escuela original: el modernismo.

El viajero incansable

Un espíritu cosmopolita  embarga la obra. Primordialmente se adaptan al castellano temas y formas de la literatura francesa en un estilo de esmerada distinción. Un pesimismo muy de moda respecto a los problemas metafísicos, y la preocupación erótica es el espinazo del cuerpo del libro. La técnica sensual dirige por senderos panteístas los conceptos y los términos. La belleza es la búsqueda primordial del poeta que le da una importancia religiosa a la selección de las palabras y emprende la serie de innovaciones métricas que introducirá en el castellano. La prosa que no era narrativa obtuvo un sorprendente recibimiento. Puede verse el influjo de las lecturas de Bécquer, de sus hermosas leyendas.

La música de sus versos

Pero tal vez el mayor acierto esté dado por su maestría del ritmo y el sonido del que hace gala, y que define como “música triunfante de mis rimas”. El verso siempre es adornado metódicamente con una acentuación melódica. Otros de sus antecedentes son Poe y Verlaine.

La técnica de la versificación  se apoya en una serie de procedimientos expresivos, tales como el énfasis, el contraste, la reiteración, que ayudan eficazmente a los propósitos artísticos:

La tigre de Bengala con su lustrosa piel manchada a trechos, está alegre y gentil, está de gala. Salta de los repechos de un ribazo, al tupido carrizal de un bambú; luego a la roca que se yergue a la entrada de su gruta. Allí lanza un rugido, se agita como loca y eriza de placer su piel hirsuta.

(Estival)

Ensoñación

La ensoñación literaria es, por tanto, la médula poética del libro de Darío que exige que esta estética se anuncie con la música del verso. Los ecos del “Art poétique” verliano son patentes. La idea de la melodía y del ritmo aparece  constantemente no sólo en la construcción del verso, sino también en el vocabulario seleccionado. La técnica de su poesía se basa fundamentalmente como se dijo antes,  en la música. Es el trabajo de un orfebre, detallista y paciente. Resultado de una labor fatigosa como la de un “buen monje artífice”. Quizá sea el cisne el símbolo que haya alcanzado mayor difusión. Es la forma perfecta y la divisa del ensueño:

Y yo sobre el agua azul el caballero Lohengrin; y su cisne, cual si fuese Un cincelado témpano viajero, Con su cuello enarcado en forma de S

(Divagación…)

El olímpico cisne de nieve con el ágata rosa del pico lustra el ala eucarística y breve que abre al sol como un casto abanico. De la forma de un brazo de lira y del asa de un ánfora griega es su cándido cuello, que inspira como prora ideal que navega.

(Blasón…)

El cisne

El cisne puede tener una connotación erótica, “El cisne”. Ya en la Teogonía se narró lo dichoso que fue Júpiter al transformarse en el ave, en el episodio de Leda. Otras veces puede sugerir melancolía, “El pórtico”. Diferentes interpretaciones que responden a la compleja ideología que apoya la estética del autor. Darío enriquece el vocabulario con cultismos (crótalo, ánfora) y barbarismos (logia). Tiene una inclinación por los términos que indican colores fundamentales o fulgor (oro, púrpura, lirios, leche, sangre, perlas, estrellas…). Recoge nombres mitológicos (Herakles, Eros, Dionisio…). Compone nuevos vocablos, especialmente verbos (perlar, muequear) y adjetivos (ixionida). Su trabajo es cauteloso: primero surgía la idea básica de ensoñación, luego busca el metro apropiado, finalmente el verso se lograba con la perfección requerida después de una depuración minuciosa, verificada con distintos procedimientos y técnicas. En palabras de Rubén Darío: “la sola disciplina que imponía consistía en la veneración del Arte, y el desdén por los triunfos fáciles».

Cantos de vida y esperanza

Cantos de vida y esperanza es la obra de madurez y de más importancia en la carrera estelar del poeta. Une a la tradición primordialmente estética que había guiado su obra anterior, una decidida actitud ideológica. Asume un ademán vigoroso ante los problemas civiles y humanos. El artificio no esconde la confesión candente y sincera. Hay más arte y más conciencia de  sí mismo. Quizás los lujos del estilo habían enmascarado la raíz honda de curiosidad anhelante que ahora quedaba descubierta. La versificación presenta novedades, renovaciones técnicas, con el empleo de ritmos nuevos, uso de hiato cesuras, acentos, encabalgamientos, y el uso del verso libre. El poema aparece como una unidad abierta de elementos combinados al arbitrio del poeta. La flexibilidad que alcanza con los cambios rítmicos es sorprendente. Las rimas ya no tienen la importancia primordial. El modernismo continuó fiel al legado de la versificación romántica que valorizaba la libertad de las formas. Cantos de vida y esperanza es la obra más sólida del poeta.

El poeta imperecedero

La obra de Rubén Darío tiene una significación fundamental en la historia de la literatura hispanoamericana. El modernismo, del cual fue sumo pontífice, obtuvo reconocimiento europeo al presentar un poeta de renombre universal. Quizá en la actualidad la poesía de Darío, como la de Poe o la de Verlaine, esté desfavorecida por las últimas generaciones. El culto que Darío ofreció a su oficio fue tan riguroso que puso su propia vida al servicio del mismo — Búsqueda de la belleza a través de ensoñaciones y ritmos mágicos—. El cuidadoso menester del poeta, ha sido causa  de que los críticos importantes hayan pasado por alto sus ideas, repitiendo sin un análisis completo, que su obra es una lírica de formas. Y, sin embargo, Darío trató siempre de expresar, en límpidos y cristalinos versos, los temas más intensos y trascendentales, como la vida, el amor y la muerte. Precisamente es la sincera humanidad de Darío, constantemente reflejada en sus versos, lo que hace imperecedera la voz del poeta bajo las estrellas.

Giuliano

Profesor de literatura. Diseño y coordinación de los contenidos de la web.

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