
Entre los indios
Entre los indios, de César Aira publicada por la editorial Mansalva en el año 2012. Si bien lo primero que nos surge...
Mientras Florida sostenía que a nuevos tiempos correspondían nuevas formas de arte, Boedo sostenía que a nuevos tiempos correspondían nuevas formas de vida. Que lo que debía cambiar eran las condiciones de la existencia del hombre y no las condiciones de las modalidades del arte. Leónidas Barletta, en su libro Boedo y Florida, sintetizó las motivaciones de ambas tendencias afirmando que Florida pretendía la “revolución para el arte” y Boedo “el arte para la revolución”.
El Grupo Boedo en la Ed. Claridad: desde la izq. sentados: 1º Antonio Zamora, 3º Roberto Arlt, 5º Cesar Tiempo, 6º Raúl González Tuñon
La calle Boedo (ubicada en el barrio homónimo), popular y comercial, dio nombre a este grupo que contrasta con el de Florida. Sus escritores se inspiraban en el mundo del trabajo, en la ciudad y expresaban, a través de la literatura, sus preocupaciones sociales. Se oponían al ultraísmo y se reunían en torno a las revistas Los Pensadores (Segunda Época, 1924–1926) y Claridad (1926–1941) dirigidas por Antonio Zamora. Pertenecían al grupo de Boedo: “Álvaro Yunque” (seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero, 1889–1982); Elías Castelnuovo (1893–1982); Luis Franco (1898–1988); Nicolás Olivari (1900–1966); Enrique González Tuñón (1901–1943); Leónidas Barletta (1902–1975); Raúl González Tuñón (1905–1975); “César Tiempo” (seudónimo de Israel Zeitlin, 1906–1980) y junto a los poetas, surgían novelistas como Roberto Arlt (1900– 1942) que permitían augurar promisorios desarrollos de una literatura que aspiraba a captar otras formas de la vida argentina.
Una revolución que desde lo social generara una sociedad más justa era lo que sostenia con sus busqueda las actividades culturales y literarias. Durante mucho tiempo se trató de vincular a este grupo, como su figura más importante, a Roberto Arlt. Lo cierto es que él nunca se identificó plenamente con ninguno de los dos lados. La revolución social, o el cambio hacia una sociedad más justa, era el sustento de las actividades culturales y literarias. Durante mucho tiempo se trató de vincular a este grupo, como su figura más importante, a Roberto Arlt. Lo cierto es que él nunca se identificó plenamente con ninguno de los dos lados.
El barrio porteño de Boedo, que en ese momento era un suburbio obrero. Fue el lugar de reunión, la sede de la editorial Claridad. Los escritores de Boedo vivían una realidad muy distinta de sus colegas de Florida. Mucho más modestos en fortuna y en capital cultural, no recibieron la influencia de las vanguardias europeas y de la revolución rusa. Más bien, estaban preocupados por una literatura realista que mostrara los numerosos conflictos sociales. Proponían una literatura comprometida, atenta a los conflictos de los sectores sociales más desventajados y postergados. Se manifestaron principalmente en la prosa narrativa y el ensayo. El signo ideológico de este movimiento era el del disconformismo ante las injusticias sociales y el afán revolucionario, por lo cual sus narraciones por lo general transcurrían en ámbitos laborales y ponían sus esperanzas en los sectores obreros. Sus publicaciones periódicas eran de orden político más que estético. Se orientaban a la edición de obras clásicas traducidas al español a bajo precio, para una clase social en ascenso producto de la inmigración y a la edición de textos de difusión de ideas de izquierda: socialistas, anarquistas, etc. Concebían la literatura como instrumento revolucionario y se enfrentaban a la literatura romántica y vacía de contenido social. Sus textos incluían aportes del lunfardo y del cocoliche. Los escritores de Boedo expresaron su postura por medio de afiches que pegaban en las calles o notas editoriales. Como se desprende de este fragmento, para los escritores de Boedo la literatura no era un entretenimiento pasajero ni un elemento decorativo; era un medio para transmitir las ideas revolucionarias; debía utilizarse para transformar la realidad en la que están inmersos, al mismo tiempo que mostraba las injusticias y los sufrimientos de los sectores más pobres. Su preocupación residía en cómo hacer más efectiva a la literatura.
La historia de la literatura muchas veces presenta a estos grupos como antagónicos y a sus integrantes en constante confrontación. Sin embargo, si bien existieron intensas polémicas, el intercambio de lecturas y de textos fue constante y los límites entre ambos grupos nunca estuvieron claramente definidos y sus fronteras fueron siempre posoras. Por ejemplo, el escritor Raúl González Tuñón, quien se consideró siempre parte del grupo de Florida, fue colocado por la crítica en el grupo de Boedo debido a que sus trabajos retomaban temas de corte socialista y proletario. Por otro lado, en las páginas de sus publicaciones se podían leer burlas en forma de epitafios o críticas despiadadas a los autores del otro grupo. Sin embargo, esta rivalidad no fue tal. Muchos de los escritores vinculados políticamente con Boedo frecuentaban las tertulias del grupo de Florida o publicaban en la revista “Martín Fierro».
En enero de 1926, el nº 117 de “Los Pensadores” publica un editorial titulado ‘Nosotros y ellos’, que implica la más clara definición del grupo de Boedo y debe considerarse como su manifiesto: ‘La cuestión empezó en Florida y Boedo. El nombre o la designación es lo de menos. Tanto ellos como nosotros sabemos que hay algo más profundo que nos divide. Una serie de causas fundamentales fomentaron la división. Excluidos los nombres de calles y personas, quedamos en pie lo mismo, frente a frente, ellos y nosotros. Vamos por caminos completamente distintos en lo que concierne a la orientación literaria; pensamos y sentimos de una manera distinta. Repitamos que ellos carecen de verdaderos ideales. Fuera del presunto ideal de la literatura, no tienen otro ideal. La literatura no es un pasatiempo de barrio o de camorra, es un arte universal cuya misión puede ser profética o evangélica”.
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